Mito de Orfeo
Un nefasto día, tratando ella de huir de Aristeo, hijo de Apolo y que pretendía poseerla, pisó una serpiente venenosa y, mordida por ésta, murió.
La pena invadió entonces a Orfeo, y llorando desconsoladamente a las orillas del río Estrimón,
entonó canciones tan tristes que todos los dioses y todas las ninfas le
incitaron a descender al inframundo, donde, con la ayuda inestimable de
su música, consiguió sortear mil y un peligros, conmoviendo a demonios y
tormentos.
Una vez hubo llegado ante Hades y Perséfone, dioses regentes del Inframundo,
utilizó de nuevo su música consiguiendo convencerlos de dar a Eurídice
la oportunidad de regresar al mundo de los vivos. Pero pusieron una
condición: Orfeo debía caminar siempre delante de ella y no mirarla
hasta que ambos hubieran llegado arriba, y los rayos del sol hubieran
bañado por completo a Eurídice.
El camino de regreso se hizo terriblemente largo. Orfeo se mantenía
sus ojos al frente a pesar de las enormes ansias que le invadían de
admirar a su amada. No se volvió ni aún cuando los peligros del
Inframundo los acechaban.
Ya en la superficie, Orfeo, al borde de la desesperación, giró la
cabeza creyendo que todo había pasado, pero Eurídice aún tenía un pie a
la sombra y, en ese preciso instante, se desvaneció en el aire, ya sin
posibilidad de volver de nuevo.
Carmen Márquez
https://sobreleyendas.com/2007/07/02/el-mito-de-orfeo-y-euridice/